Análisis • Por Diego Hernández | Un hombre de convicciones claras. Firme y cordial. Abierto defensor del derecho a la vida, la familia y las libertades fundamentales; consistente en sus posiciones públicas sobre éstos temas. Entusiasta de la libre iniciativa como motor de desarrollo. Convicto de que su país puede ser un lugar de oportunidades para todos. Así es Guillermo Lasso, el nuevo Presidente electo del Ecuador.
Empresario y veterano ejecutivo de la banca privada, con 65 años de edad, Lasso es el hombre que le quebró las piernas al socialismo correísta al cerrarle las puertas del Palacio de Carondelet, sede del gobierno ecuatoriano, al economista Andrés Araúz.
La victoria de Lasso representa también una contundente derrota del Grupo de Puebla (GP), la más nueva plataforma aglutinadora del progresismo en Iberiamérica, que apostaba por el triunfo de Araúz, y pretendía presentarle como un segundo modelo de gobierno «progresista» en la región, después del de Alberto Fernandez, en Argentina. Correa, profugo en Bélgica, es uno de los fundadores más activos del GP y Araúz, miembro del primer escalón.
En febrero, durante los comicios de primera vuelta, Araúz se había posicionado como líder, con 32% de los votos; Lasso obtuvo 20%. En el balotaje, el pasado 11 de abril, Lasso conquistó 52% de los votos, Araúz 47%. Un dato muy interesante es que – de acuerdo con los datos que arrojan los mapas de la elección – las regiones indígenas votaron mayoriamente en Lasso y no en Araúz.
Esta es la tercera vez que Lasso compite en elecciones presidenciales, en 2013 perdió frente a Correa, y en 2017 ante Lenin Moreno, y, como dicen, «la tercera fue la vencida». Su victoria ha sido recibida con beneplácito por miles de líderes provida del país, así como por sectores conservadores y liberales.
Durante toda la campaña insistió en que impulsará «un verdadero cambio» para corregir el rumbo que el socialismo bolivariano impuso al país por 10 años y que fue parcialmente frenado por el actual presidente, Moreno, que rompió con Correa al inicio de su gobierno.
El presidente electo prometió que donará su sueldo a una organización social y renunciará a su pensión vitalicia como expresidente una vez que desocupe el cargo. Se espera que los ejes de su futuro gobierno, que inicia el próximo 24 de mayo, sean: libertad de iniciativa económica, generación de empleo y de oportunidades de desarrollo para todos, con atención especial a minorías; desregulación del Estado, fortalecimiento de las Instituciones, políticas públicas de apoyo a las familias y de protección a la vida.
«Empieza una nueva etapa para Ecuador, en la que todas y todos podamos vivir mejor; ganaron la democracia, la libertad y las familias ecuatorianas», dijo en Twitter al celebrar la victoria.
Hijo de una familia numerosa y trabajadora de clase media
Su trayectoria de vida parece dar respaldo a sus promesas. Es el menor de 11 hermanos de una familia de clase media. Trabajó desde los quince años para financiar sus estudios. Ingresó en la facultad de economía en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, pero no terminó la carrera para poder ayudar económicamente a su familia.
Se casó en 1981 con María de Lourdes Alcívar Crespo, y entre 1985 y 1997 la pareja tuvo cinco hijos: tres varones, Guillermo Enrique, Santiago y Juan Emilio, y dos mujeres, María de Lourdes y María Mercedes.
En 1984, pasó por la filial nacional de Coca-Cola donde fue nombrado vicepresidente para implementar un proceso de rehabilitación de la empresa.
Luego pasó al sector financiero y antes de cumplir 30 años fue nombrado presidente ejecutivo del banco Finansur, que en 1989 se fusionó al Banco de Guayaquil. Apenas cinco años después, Lasso sería colocado como su presidente ejecutivo, cargo desde el que lideró un proceso de modernización que convirtió al banco en la segunda mayor institución financiera del país.
En la década de los noventa impulsó el “Banco del Barrio”, iniciativa que tiene su origen en el pensamiento social cristiano de la Italia de los años veinte, entre amplios sectores populares de Ecuador. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) reconoció este esfuerzo como el mayor proyecto de bancarización de Latinoamérica en 2010.
En mayo del 2012, luego de 42 años de carrera en el sector privado, dejó el Banco de Guayaquil para postularse a la presidencia. Su exitosa trayectoria en la Banca es un “pecado” que la izquierda no le perdona y que le ha ganado el epíteto de ser el “candidato de la derecha ecuatoriana”.
Ni de izquierda ni de derecha
Lasso afirma categórico que no es un hombre “ni de izquierda ni de derecha”. Es un franco adversario del llamado “socialismo del siglo XXI”, pero también es un ácido crítico del “capitalismo salvaje”. En una entrevista al diario El Universo afirma que la vida lo hizo “liberal”, pero en el sentido «clásico», económico, no iluminista.
Y explica: “Yo soy una persona que comenzó su vida profesional a los 15 años en el barrio Orellana, sin un solo centavo en el bolsillo. Soy consciente de que hay grupos vulnerables, que no tienen las mismas oportunidades y, por lo tanto, la responsabilidad social junto con el pensamiento económico son las dos caras de una misma moneda”. Detrás de las palabras y de las acciones de Lasso pueden verse destellos del pensamiento social cristiano.
Un católico sin complejos
Lasso es católico. No lo esconde. No aminora ese hecho. La presa y los sectores progresistas le «acusan» de tener «vínculos con el Opus Dei». Es un «católico fundamentalista», dicen. Lasso da la cara. “No hay nada a esconder” dice.
«Soy católico, siempre lo he sido y para mi es motivo de orgullo, aunque sea indigno de ese nombre», explica. Sobre el Opus Dei detalla: «no tengo ‘vínculos’, soy un miembro de la Obra y no hay nada malo en ello, por el contrario».
Un miembro de la «Obra» en Guayaquil me lo confirma: Lasso es supernumerario y como todos — con aciertos y dificultades — se esfuerza por vivir la vocación cristiana en medio del mundo.
Según Francisco Jarrín, presidente de la Asociación Cristiana de Empresarios (ACE), la forma en que el candidato se ha enfrentado a las críticas del izquierdismo más radical y del liberalismo jacobino sobre su fe han colocado en el debate electoral el foco también en los valores cristianos.
«No se trata de identificar a un candidato como el candidato cristiano, o católico, sino de pensar si ese candidato realmente asume una agenda coherente con los valores que la mayoría de la poblacion, que es cristiana, profesa», apunta.
Abierto defensor de la vida y la familia
Lasso ha sido muy claro siempre, sin ambigüedades, respecto al derecho a la vida. Para él la muerte de un bebé en gestación es un asesinato, es un hecho inaceptable: “creo en la vida desde la concepción y ese es un principio que no lo voy a cambiar, es un derecho humano fundamental y debe ser ampliamente protegido por la ley”.
Esta posición pública la asumió desde la campaña de 2012 y no ha mudado ni un ápice. También ha declarado que no promoverá ni aceptará mudanzas que permitan uniones entre personas del mismo sexo sean equiparadas al matrimonio.
«El hecho de ser católico me lleva a reconocer y valorar la dignidad de todo ser humano, sin distinción alguna, sin embargo, solo existe un ‘tipo’ de matrimonio: el que se realiza entre un hombre y una mujer», afirma. «Cualquier otro tipo de unión entre dos personas de un mismo sexo no es matrimonio, aunque pueda discutirse como garantizar los derechos patrimoniales de quien decide vivir junto».
Estas posiciones le ha ganado, obviamente, la animadversión de la prensa «progre», pero también el respaldo de la mayoría de los ecuatorianos que son contrarios al aborto y al «matrimonio gay», pero ha dado oídos también a homosexuales y personas que sufren disforía de género o se consideran transexuales.
Sostuvo una reunión con algunos representantes de esta minoría: fue muy claro al advertir que no apoyaría el llamado «matrimonio igualitario» pero que sí se comprometía a generar políticas públicas para frenar la injusta discriminación y para generar oportunidades de desarrollo y empleo.
Sin embargo, la forma en que su equipo de campaña expresó este compromiso, a través de un video promocional en su cuenta oficial de Twitter, prendió luces amarillas entre algunos de sus apoyadores, pues incorporó palabras propias de la narrativa ideológica de género, y por si fuera poco, fue publicado en el «dia de la visibilidad trans».
El tiempo dirá si Lasso será realmente un hombre que de una respuesta eficaz al problema económico de su país, conjugando la libertad económica y un fuerte empeño social, y que respete, promueva y defienda en su gobierno la vida y la família o si será otro Macri, que defraude la expectativa de los millones de ciudadanos «conservadores» que le llevaron al poder.
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Diego Hernández es periodista y director de comunicación y desarrollo en Iberoamérica de la Polítical Network for Values.