Por Diego Hernández | Los resultados de las elecciones brasileñas del pasado 2 de octubre, mostraron la fuerza y la resiliencia de un conservadurismo popular que avanza a pesar del ataque sin tregua al que ha sido sometido durante los últimos cuatro años.
Luiz Inácio Lula da Silva obtuvo 48% de los votos y el presidente Jair Bolsonaro 43%. Esto es, 57 millones de sufragios frente a 51 millones, respectivamente. Solo votaron en otro candidato 9% de los electores. Como es sabido, habrá balotaje el 30 de octubre.
Evidentemente, la izquierda fue victoriosa al obtener una votación más que expresiva para un expresidente condenado por corrupción, que hasta hace poco estaba en prisión y que nunca fue declarado inocente, sino que tuvo sus condenas anuladas por errores de proceso.
Lula afirmó categóricamente que ganaría en primer turno la elección. Toda la estrategia del Partido de los Trabajadores (PT) se orientó a ello. Las encuestas de los mayores institutos de pesquisa apuntaban que ya tenía entre 50 y 51% de las intenciones de voto y que estaba hasta con 10 o 14 puntos de distancia de Bolsonaro.
Gran parte de prensa local y extranjera abrazó esa narrativa; y cantó victoria. Sin embargo, a Lula no le alcanzó. ¿Habría alcanzado su tope máximo? El inesperado desempeño de Bolsonaro le cerró el paso. En el comité de campaña de Lula pairaba un ambiente de nítida frustración y en la Av. Paulista, local del festejo, no hubo multitudes. Yo estuve en ese mismo lugar en 2002, la noche del primer turno, y el contraste es impresionante, aunque aquella vez tuviera casi 18 millones de votos a menos, había allí una marea humana.
Bolsonaro consiguió, contra toda expectativa, una votación mayor que la que preveían la mayoría de las encuestas de intención de voto, que, dependiendo el instituto, le daban en la víspera del pleito entre 33 y 37% de respaldo.
La prensa, local e internacional lo trataba como “cadáver político”, a pesar de las multitudinarias manifestaciones del pasado 7 de septiembre que movilizaron cerca de 4 millones de personas en todo el país. Pues bien, solo 5 millones de votos menos que Lula, en unos comicios en que votaron 124 millones de personas.
Además, Bolsonaro ganó en São Paulo y en Rio de Janeiro, el primer y tercer mayor colegio electoral del país, respectivamente; y quedó solo 5 puntos porcentuales atrás de Lula en Minas Gerais, el segundo mayor colegio electoral, y, que será el corazón de la batalla en el balotaje.
Aunque Lula obtuvo 38% de su votación total del Nordeste, tradicionalmente fiel al lulismo y al voto caciquil, el apoyo a Bolsonaro también creció allí de forma inédita, con casi millón y medio de votos más.
Avance inédito
Pero hay más datos. De los 15 gobernadores electos en primer turno, 7 son aliados de Bolsanaro, y el número puede crecer para 9 los próximos días; Lula tiene 5 gobernadores electos aliados, y puede crecer para 6.
Hay 12 estados donde se disputará segundo turno para gobernador, en 8, los candidatos son aliados de Bolsonaro. Por ejemplo, Tarcísio Freitas, su ministro de Infraestructura, es el candidato puntero en la importante São Paulo, con 42% de los votos. O Onyx Lorenzoni, ex-ministro de la Casa Civil del actual mandatário, que com 38% también lidera en Rio Grande del Sur, histórico bastión lulista. Las encuestas los colocaban en un lejano tercer lugar.
Es posible que, al inicio del próximo año, las principales capitales del país y 60% del territorio nacional sean gobernados por aliados de Bolsonaro. Nunca había acontecido, desde la “redemocratización” que la derecha tuviera tantas “plazas”.
El Partido Liberal (PL) – que alojó a Bolsonaro en esta elección, sigla pragmática y, a pesar del nombre, sin ideología – consiguió la mayor bancada en el Congreso de la República: tendrá 99 diputados y 14 senadores.
El Senado renovó este año solo una tercera parte de sus 81 escaños. De los 27, por lo menos, 18 fueron ocupados por aliados del gobierno. En total, podría llegar a tener una base aliada, con otros partidos y parlamentarios, cercana a 30 o 35. No les da el control de la Casa, pero sí gran capacidad de articulación y bloqueo. La izquierda tendrá entre 10 y 14.
El Senado es de capital importancia porque es, constitucionalmente, la institución destinada a limitar los excesos del Poder Judicial. Algo de lo que se ha omitido. Por eso era una de las prioridades explicitas del gobierno. Y sorprendió a todos.
En la Cámara de Diputados, teniendo el PL como mayor bancada de partido, en alianza con otras siglas, la base de centro derecha y derecha podría llegar a por lo menos 235 de los 513 diputados. Casi la mitad. El Partido de los Trabajadores (PT), de Lula, también creció, pero menos, obtuvo 80 escaños, y en alianza con otros partidos de izquierda podría llegar a un bloque de 124 diputados.
Nueve exministros de Bolsonaro y su ex vicepresidente se eligieron para el Legislativo, destaca el caso de Damares Alves, exministra de Mujer, Familia y Derechos Humanos, y tres van para el segundo turno para la gubernatura.
La abstención fue de 21%, o sea, 32 millones de electores, de un total de 156 millones aptos para votar. En el primer turno de la elección presidencial de 2018 fue 20%. Habrá un segundo electoral el domingo 30 de octubre.
Un milagro
Evidentemente, fue una victoria para Lula la expresiva votación que obtuvo, especialmente si consideramos el natural rechazo que debería generar la candidatura de un hombre que fue condenado a prisión por corrupción, y que no fue declarado inocente por el Supremo Tribunal Federal, sino que fueron anuladas sus condenas por errores en el proceso. Sin embargo, el resultado global de la elección muestra una clara victoria del bolsonarismo, que mostró su fuerza en las urnas.
Los 51 millones de votos de Bolsonaro, dos millones más que lo que recibió en el primer turno de 2018; la integración de la mayor bancada de partido en la Cámara de Diputados y el Senado; y el desempeño de los gobernadores electos o que van para el balotaje pueden ser vistos casi como un milagro.
Un milagro por que, desde hace cuatro años, Bolsonaro enfrenta la oposición activa y programática de los diversos actores del sistema que desestabilizó con su llegada al poder. Dos son los más contundentes: la prensa y la cúpula del Poder Judicial.
No hubo un solo día en el que el presidente no fuera objeto de los ataques sistemáticos de casi toda la prensa, que formó una especie de “consorcio” opositor, con el objeto de erosionar su imagen marcándolo como genocida, fascista, opresor, autoritario, racista, misógino y homofóbico.
Sus logros o fueron ignorados por la mayor parte de la prensa o minimizados. Ofrezco solo un ejemplo, aunque emblemático; para referirse a la constante mejora económica en plena pandemia, la Folha de São Paulo, titula así un texto: “La economía da más señales de despiora”.
Y el Supremo Tribunal Federal pasó a actuar como una especie de bloque opositor al gobierno, acotándolo como nunca antes lo habían hecho con otro titular del Poder Ejecutivo. Recientemente, le impidió usar imágenes de las multitudinarias concentraciones en su apoyo, el pasado 7 de septiembre en su campaña; así como de su viaje a Inglaterra o su discurso en la ONU.
Además, limitó la libertad de expresión de conservadores, colocó sobre investigación a empresarios bolsonaristas, cerró medios de comunicación de derecha; recientemente, en la campaña electoral impuso la censura.
A pesar de ello el voto conservador mostró su fuerza y vitalidad – más allá de la figura de Bolsonaro – y creo que son los principales triunfadores de este proceso electoral. Porque?
– Bolsonaro no queda como puntero, pero tiene un respaldo mayor que el que preveían las encuestas e impidió que Lula ganara en primer turno.
– Los conservadores tienen la mayor bancada de la Cámara de Diputados y el Senado y consiguen una base aliada en una y otra casa muy cercana al número que les permite controlarlas, especialmente en la de diputados.
– Tiene un extraordinario desempeño en la elección de gobernadores: la mitad de los gobernadores electos en primer turno son sus aliados y el número puede crecer; así como casi 3/4 de los que pasaron a balotaje.
– Hay una base conservadora vigorosa consolidándose en el país, que no existía en la elección pasada.
Creo que esas conclusiones parten de datos objetivos. El punto que subrayo es que hace 5 años no habia en Brasil derecha popular. Hoy si. Desarticulada, pero hay. Y es una derecha que mayoritariamente se asume conservadora, integrada sobre todo por cristianos. Y los datos apuntan a que esa parte de la sociedad brasileña esta representada de forma solida por más de 1/3 que tiene practicas políticas y electorales coherentes con la cultura que desarrollaron.
Diego de Jesús Hernández es director de Comunicación y Desarrollo para Iberoamérica de la Political Network for Values.