Por Steven W. Mosher | Análisis | Apenas había comenzado la temporada de elecciones primarias de 2024 en Estados Unidos y terminaron de un solo golpe.
La histórica victoria de Donald Trump en el Caucus de Iowa puso fin a todos los viejos argumentos sobre su elegibilidad, sus problemas legales y su edad. A pesar del dos contra uno que le aplicaron Ron DeSantis y Nikki Haley, Trump ganó por 30 puntos, casi el doble del margen de victoria de George Bush en 2000.
Los habitantes de Iowa, que luchan contra temperaturas de hasta 20 grados bajo cero, han dejado claro quién será el candidato presidencial por el Partido Republicano. La línea MAGA (Make America Great Again – Haz América Grande Otra Vez, lema de Trump en 2016) se mantuvo firme.
Lo que queda del viejo establishment republicano (los sobrevivientes de los clanes Bush, McCain, Cheney y McConnell) está, como era de esperar, fuera de sí. Están haciendo todo lo posible para restar importancia a la victoria de Trump. Afirman que la victoria era “esperada” y enfatizan que ha sido “la participación más baja en un cuarto de siglo en el disputadísimo caucus de Iowa”, sugiriendo una falta de entusiasmo político entre los votantes en lugar de mencionar las temperaturas bajo cero que provocan congelación.
Aun con todo, su decepción era patente. Tenían la esperanza de que la contienda de Iowa produciría un competidor viable. O, mejor aún, dos o tres candidatos de primer nivel que lucharían contra Trump durante las primeras primarias demostrando que no era invulnerable.
En cambio, el resultado fue una gran cantidad de respaldos de Trump y tres claros perdedores.
Vivek Ramaswamy manejó correctamente ambos aspectos. Después de quedar cuarto en Iowa con el 8 por ciento de los votos, el empresario de biotecnología anunció que abandonaba la carrera y respaldaba a Trump. Su declaración no fue una sorpresa, ya que durante los últimos meses Ramaswamy ha servido casi como un sustituto de Trump en la campaña electoral. No sólo destacó el éxito de las políticas del presidente anterior y prometió continuarlas, sino que también defendió firmemente a Trump contra la guerra legal que se ha desatado en su contra.
La inteligente decisión de Ramaswamy significa que la mayor parte del aproximadamente 6 por ciento del electorado estadounidense que lo apoyó a él y a sus políticas trumpistas ahora gravitará hacia aquellos que las originaron, consolidando aún más el control de Trump sobre la nominación.
Otro candidato que también perdió en Iowa, Ron DeSantis, decidió no hacer campaña en New Hampshire. Esta decisión se basa no sólo en que se ha quedado sin dinero o del estado caótico de su campaña. Más bien, es un reconocimiento tácito de que Trump seguramente prevalecerá en el Estado del Granito. También es, a mi modo de ver, el primer paso para que Ron ponga fin a su campaña por completo.
Para evitar una derrota humillante en su propio estado natal, donde Trump lidera dos a uno en las encuestas, DeSantis seguramente abandonará antes de las primarias de Florida del 19 de marzo. Es por eso que los dos senadores estadounidenses de Florida, Marco Rubio y Rick Scott, se unieron a la mayor parte del resto de la delegación del Congreso de Florida para respaldar a Trump incluso antes del caucus de Iowa. La mayoría de sus donantes con mucho dinero ya se han ido, ya que se han pasado a Haley o han vuelto a Trump.
El principal problema de DeSantis no son sus políticas, que en su mayor parte imitan las de Trump. Más bien, es su personalidad. Resulta que mi gobernador (actualmente vivo en Florida) es un político sin carisma. No ilumina una habitación cuando entra y a menudo parece incómodo ante el público. Es por eso que sus laboriosas visitas a todos los condados de Iowa sólo aceleraron el colapso de su campaña. Los votantes pudieron valorar a Ron y, aunque les gustó lo que oyeron, simplemente no se sintieron inspirados por el hombre que vieron.
Si el principal problema de DeSantis era su personalidad, el problema de Haley son sus políticas. Su aumento de popularidad, que los medios informaron extensamente en las semanas previas al caucus, resultó ser en gran medida una exageración. Haley afirmó en su discurso posterior al caucus que ahora era una carrera entre dos personas. Para alguien que quedó en tercer lugar es una afirmación bastante insólita.
Lo que puso fin al muy promocionado “aumento” de Haley en Iowa, y lo que pronto pondrá fin a su campaña por completo, es que cada vez más republicanos están comprendiendo quién es ella y cuál es su posición en cuestiones clave. Ella es enteramente creación de la cohorte de los NeverTrumpers, que ya experimentan una rápida disminución, y está respaldada financieramente por globalistas Panda-huggers (activistas en Occidente que apoyan las políticas del Partido Comunista chino) como los hermanos Koch. Quiere amnistía para los ilegales, es condescendiente con China y no quiere más protecciones para los niños por nacer. No sólo no es MAGA, sino que ni siquiera puede pasar por lo que solía llamarse una republicana conservadora.
Los últimos esfuerzos de la campaña de Haley –con ayuda de estrategas y financiación demócratas– para lograr que los independientes e incluso los demócratas voten en las elecciones primarias del Partido Republicano en New Hampshire de la próxima semana no mejorarán sus perspectivas. Cualquiera que sea el pequeño impulso que reciba de parte de estos votantes trans (si cabe el término aplicado a la política), será colaborar con la oposición para sabotear a Trump, algo que revela una falta total de principios.
Los votantes en su estado natal de Carolina del Sur tomarán nota y sus cifras en las encuestas allí colapsarán aún más. El 24 de febrero acudirán a las urnas y darán una sorprendente victoria a Trump y una reprimenda decisiva a las mujeres que alguna vez fueron sus gobernadoras. Su campaña terminará ahí, si no termina después de New Hampshire.
Trump será el candidato republicano. Será el próximo capítulo del mayor regreso en la historia política estadounidense.
Steven W. Mosher es presidente de Population Research Institute.
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Traducción: Carlos Polo.