Por José Antonio Kast | El fallo pronunciado la última semana por la Corte Suprema de los Estados Unidos es un avance gigantesco en la causa de la defensa de la vida y la dignidad del que está por nacer, porque deja atrás la sentencia que otorgaba el derecho a abortar por encima de cualquier otra legislación de alguno de los estados federales que integran los Estados Unidos de Norteamérica.
Se trataba de una sentencia esencialmente injusta, porque consagraba un derecho que no existe, que es el de privar a un ser humano de la posibilidad de vivir, omitiendo el más elemental deber de una Corte Suprema que es defender la dignidad intrínseca de la persona.
Ahora, al menos, quienes defienden el derecho a la vida, y consideran el aborto como un atentado directo contra él, tendrán la posibilidad de impulsar legislaciones que en cada estado la protejan y que sancionen este último como un delito.
Los miembros de la Political Network for Values y todos quienes compartimos la importancia y prioridad de la defensa de la vida recibimos esta noticia con esperanza y admiración. Esperanza, porque marca un rumbo de lo que es posible lograr cuando la acción política es fiel y respetuosa de los valores fundamentales que deben guiarla. Pero por sobre todo con admiración, porque este logro de los grupos provida en Estados Unidos demuestra que la aprobación de leyes abortistas no es un sino inexorable para las sociedades modernas.
En la época en que fueron aprobadas las legislaciones abortistas, desde la década de los 70’, se produjo un sucesivo debate en gran parte de los países occidentales, donde hasta ese momento existía una conciencia clara de que el aborto era un flagrante atentado al derecho a la vida. Uno a uno fueron derrotados los movimientos políticos que defendían ese derecho y buscaban mantener el respeto a la vida como un derecho fundamental.
Pero la gran diferencia se marcó después de la aprobación de esas legislaciones: en la gran mayoría de los países, y especialmente en Europa, los partidos políticos que compartían esa convicción se sintieron definitivamente derrotados y optaron por ir a “otras agendas”, probablemente por la falsa idea que esto ya era irreversible o, más grave, les significaba un costo en votos que no estaban dispuestos a asumir.
La diferencia la marcaron los movimientos pro vida en Estados Unidos, que a partir del primer día después del fallo “Roe versus Wade” no solo mantuvieron sino incrementaron su acción para convencer a la sociedad norteamericana del error que se había cometido. Trabajo intelectual, trabajo comunicacional y trabajo político al servicio de una causa justa y necesaria. Presidentes y líderes de opinión dieron un impulso enorme a este movimiento, que ahora ha tenido una gran victoria y que seguramente continuará en cada estado federado.
Creo que la sociedad norteamericana tiene, como todas, virtudes y defectos. Pero en esto, un sector comprometido con la vida nos ha dado un ejemplo gigantesco de cómo actuar con perseverancia y valentía cuando se trata de valores fundamentales que no se pueden abandonar por consideraciones electorales o falta de valentía en el actuar público.
Desde Iberoamérica, África y Europa debemos mirar ese ejemplo, especialmente donde se avanza en sentido totalmente contrario, y constatar que siempre es posible revertir una ley, política pública o fallo que hiera la dignidad humana y los derechos fundamentales. Tenemos el enorme desafío de seguir trabajando para promover el respeto al derecho a la vida y la eliminación de todas las amenazas que, bajo distintas formas, buscan vulnerarlo.
José Antonio Kast es presidente de la Political Network for Values, fundador del movimiento Acción Republicana y del Partido Republicano de Chile.